Por: Nellys del Orbe
Tenía la intención de titular este artículo: "Educar para la ciudadanía", pero no; el título que debe llevar es "Educar para ser seres humanos". Y aunque aparentemente no tiene nada que ver el texto, al final se darán cuenta de por qué del nombre.
Esto así, porque la debilidad institucional que vive la República Dominicana se refleja y afecta todos los renglones de la cotidianidad de los dominicanos, como la salud, la educación, las entidades que tienen que ver con la aplicación de las leyes y de la justicia...; en fin, en los organismos del Estado en sentido general.
Esta debilidad institucional que perturba, inquieta, conmueve, entristece, perjudica y daña a todos los que creemos aún que este terruño debe retomar el sendero del orden, la seguridad y la armonía que se percibe en los lugares civilizados, se manifiesta con mayor crudeza cuando a diario tenemos que conducir por cualquier calle de nuestro país, pero principalmente por el Gran Santo Domingo.
Y es que no hay ejemplo más palpable de la falta de institucionalidad que el tránsito por dichas calles.
Porque no hay respeto por la ley 241 ni por ninguna otra, no sé si por desconocimiento, dejadez o tremendismo; o quizás por las tres cosas a la vez.
No es posible que en una vía de tres carriles, tú vayas por el carril de la derecha, y de repente aparece el chofer de guagua con un ayudante que, sacando la mano en señal de que va a pasar a como dé lugar, te tira la guagua encima para pararse delante de tí a recoger pasajeros.
Y viene la otra por el segundo carril y se pone paralela, en la misma función, ocasionando tremendo tapón; esto, sin tomar en cuenta que posiblemente el semáforo está en verde; y entre incomodamientos, unas veces, y malas palabras, otras, tienes que esperar a que a ellos les dé la gana de avanzar, para poder continuar la marcha.
O vienen los choferes de carro público o el taxista, en competencia, y casi te llevan un lado, para ir a coger 15 pesos, un pasajero, porque a los "pobres padres de familia" hay que permitirles todo, ya que andan buscando "el sustento de sus hijitos".
Y si vas a doblar a la derecha es que la cosa es grande. Porque ahí hay un conchero en la misma esquina, semáforo en verde, recogiendo y desmontando pasajeros.
Ante todos estos episodios, ¿y los miembros de la AMET, dónde están? Bien, gracias. Muchas veces parados en la esquina, hablando con los referidos infractores de la ley 241, y no precisamente llamándoles a la atención.
Otra cosa, ¿Qué hacen los policías de la Autoridad Metropolitana del Transporte debajo de un semáforo en funcionamiento, descontrolando el tránsito? Porque si no hay energía eléctrica, está bien que lo hagan; pero si el semáforo está funcionando, ¿por qué hay que mandar a pasar los vehículos cuando el semáforo está en rojo y pararlos cuando está en verde? Tremendo disparate. Eso solo se ve en esta media isla.
Esto sin referirnos a los días en que AMET está buscando contravenciones; porque dichas contravenciones no se las ponen a esos infractores; se las ponen a las personas que respetan la ley 241, ero que un día van a cruzar una esquina, y el semáforo les cambia con las ruedas encima de la línea blanca por donde debe pasarel transeúnte, y él prefiere no pasar el semáforo en rojo, y esperar.
Es urgente que todos los sectores del país, instituciones públicas, privadas, ONGs, a instancia del Estado, se aboquen a llevar a cabouna campaña de educación, para hacer mejores ciudadanos a los que tenemos conciencia de las batallas que debemos librar en la República Dominicana; y, con el perdón de los animales, enseñar a ser "seres humanos" a los miles de irracionales que día tras día nos encontramos transitar en cuatro ruedas por nuestras calles.
Esta educación, claro está, debe iniciar en la primera y más importante institución de la sociedad, la familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario